El 29 de mayo de 2000, la histórica agrupación iniciaba el nuevo milenio con la reincorporación de su célebre vocalista, Bruce Dickinson.
Por Beto Arán.
A 25 años del lanzamiento de Brave New World, no sólo recordamos uno de los discos más trascendentales en la historia de Iron Maiden, sino que también a una obra clave en el renacimiento del heavy metal a comienzos del nuevo milenio. Una producción que marcó el regreso de Bruce Dickinson —voz emblemática de la banda— y del guitarrista Adrian Smith, reafirmando que la doncella de hierro seguía vigente, poderosa y creativamente imbatible.
A inicios de los años noventa y tras la edición de “Fear of the dark”, los británicos experimentaron con nuevas fórmulas, sacrificando gran parte de su masividad. De ahí que el retorno de sus históricos músicos, significó mucho más que una reunión: fue una declaración de principios.
“Brave New World”, lanzado el 29 de mayo del 2000, fue el resultado de esa nueva energía. Grabado en los estudios Guillaume Tell de París, bajo la producción de Kevin Shirley y Steve Harris, el disco presentaba una alineación de tres guitarristas: Dave Murray, Adrian Smith y Janick Gers. Cualidad que ofrecía una riqueza sonora inédita hasta entonces en la banda.
El álbum mostró una evolución en la identidad sonora de Iron Maiden. Lejos de buscar replicar fórmulas pasadas, la placa combinó la épica tradicional del grupo con una madurez compositiva y un enfoque más melódico. Canciones como “The Wicker Man”, “Ghost of the Navigator” y “Dream of Mirrors” exhiben estructuras complejas, con extensas secciones instrumentales, cambios de ritmo y letras introspectivas. El tema que da nombre al disco, inspirado en la novela de Aldous Huxley, obedece a una reflexión sobre el avance tecnológico y la alienación contemporánea, sumado a las preocupaciones que traía consigo la génesis del nuevo siglo.
La recepción del álbum fue ampliamente positiva tanto por parte de la crítica como del público. Alcanzó altos puestos en los rankings de ventas en Europa y América Latina. De igual modo, recibió discos de oro en varios países. Más allá del éxito comercial, lo fundamental fue el impacto artístico: “Brave New World” revitalizó a la banda, la reconectó con una nueva generación de oyentes y consolidó su presencia en los grandes festivales del mundo. Razones suficientes para emprender una etapa de giras monumentales y producciones ambiciosas.
En perspectiva, el disco representa mucho más que un regreso. Es el punto de inflexión que cimentó la tercera gran era de Iron Maiden. Lejos de ser un intento nostálgico, es una obra de transición hacia una versión más progresiva y conceptual de la banda, que tendría continuidad en discos como A “Matter of Life and Death” (2006) y “The Book of Souls” (2015).
Hoy, a un cuarto de siglo de su salida, el álbum conserva intacta su fuerza. Para muchos fanáticos, es el último gran clásico de la doncella, el puente entre la gloria de los ochenta y la solidez artística del presente. “Brave New World” no solo marcó el regreso de Bruce Dickinson, sino que el regreso de una banda a su mejor forma.