El Teatro Caupolicán se rindió a la actitud, potencia y desenfado de la banda argentina.
Por Beto Arán. (Fotos gentileza de www.recital.cl)
2 Minutos forma parte de la nostalgia adolescente, que traspasó las generaciones para convertirse en un clásico del punk hispanoamericano. Los hijos rebeldes de Lanús, son una potencial válvula de escape para huir de esta jodida realidad. Por ende, no es raro que sus fans a punta de baile, canto y desenfreno, convirtieran el Teatro Caupolicán en una ardiente hoguera de locura y desenfado: bengalas, lienzos y forcejeos con los guardias, fue la tónica de una noche que se vivió sobre y fuera del escenario.
En la previa, fuerzas especiales de Carabineros debió lidiar con quienes buscaban ingresar sin entradas al recinto. Mientras tanto, al interior se vivían pintorescas disputas por vulnerar la seguridad y subir a la tarima. Ésta última, provista de una reja que se vio sistemáticamente agitada por un grupo de fans que fueron llamados a terreno por sus mismo pares. Seamos optimistas, la imbecilidad tiene límites.
Así se vivía la velada con cuatro mil personas que a las 20:00 horas, ingresaron a un estado de catarsis colectiva. La obertura con “Valentín Alsina”, canción que da nombre a su barrio y emblemático LP, fue el mejor puntapié para exorcizar la noche de nuestra cristiana sociedad. Son músicos con oficio, cualidad que en dos minutos –valga la redundancia- le bastó a Walter “Mosca” Velázquez, para meterse al público en el bolsillo. Un tipo de carisma, actitud y compromiso. Ese que muchas veces, suple y hace olvidar los grandes tonos o falsetes de célebres vocalistas, haciéndonos caminar con su magia hacia el olimpo del rock & roll.
El público que abarrotó la pista central, fue el mejor complemento para una banda que hoy celebra sus 30 años en perfecto estado de salud. Así lo demostró con “Felicidad”, “¡Qué Mala Suerte!”, “Mundo TV”. Composiciones que fueron marcando el pulso de una velada donde las petacas, cervezas y tabaco (del moral e inmoral), se hicieron presente en gloria y majestad en el recinto de San Diego.
De igual forma “Nada que Hacer”, “Lejos Estoy” y “Amor Suicida”, continuaron la senda creativa que tuvo en su diminuto cantante a su maestro de orquesta. La banderas flameaban en medio del artificio que hacía eco de una vieja tradición argentina, emulada por sus seguidores nacionales que cantaron cada estrofa de sus letras. Euforia, locura y sentimiento es lo que desliza su poesía. Fieles demostraciones fueron “ Vago”, “Barricada” (largamente aplaudida) y “El Mejor Recuerdo”. Sin lugar a dudas, el mejor preámbulo para entrar a la zona caliente. A esa que resulta fácil entrar, pero extremadamente difícil de salir.
Fue así como “Arrebato” y “Aeropuerto”, fue el guiño ideal para sus dos clásicos –a estas alturas- no sólo de la banda, sino que del punk en habla hispana. Y es que “Piñas Van, Piñas Vienen” y “Ya No Sos Igual”, cerraron una jornada donde la banda fue un proyectil de honestidad. Impecable puesta en escena, provista de una sólida performance y un concepto sónico que no traiciona sus orígenes ni menos su legado. Por filosofía natural y genuina, apuntando a complacer al seguidor más acérrimo, logrando una transversalidad de edad y género que hoy es largamente merecida. En fin…cosas del punk.