SILVERCHAIR Y LOS 30 AÑOS DE “FROGSTOMP”: ADOLESCENTES CON HAMBRE DE GLORIA

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Publicado un 27 de marzo de 1995, la banda australiana lanzó una placa que sería reconocida mundialmente cuando sus músicos no sobrepasaban los 15 años de edad.

Por Beto Arán.

“Frogstomp”, responde a una placa que nació en el minuto preciso: apogeo del grunge, los viudos de Kurt Cobain y la búsqueda de potenciales nombres que alimentaran la industria. Y cosa extraña pero no rara: de Australia emergieron unos pendejos que hicieron oídos sordos a los prejuicios y complejos de playback de Nirvana.

Y claro está, provienen de una isla que ha brindado a más de un exponente a nivel mundial. Ejemplos como Midnight Oil, Divinyls, sumado a los inmortales de INXS o AC DC (Sídney, Nueva Gales del Sur), manifiestan hitos difíciles de borrar. Bien los sabían Daniel Johns (voz y guitarra), Ben Gillies (bajo) y el tremendo Chris Joannou (Batería), quien marcó un concepto rítmico que a ratos me trajo a mi podrida memoria al célebre Jhon Bonham. Un escenario donde por esos días, Cracker, también hacía de las suyas en el mundo independiente.

La producción grabada entre diciembre de 1994 y enero de 1995, concebida en menos de 10 días, se editó en una época donde las discográficas peleaban por sacar a los próximos sucesores de Cobain, Grohl y Novoselic. Si bien, Estados Unidos fue el principal foco, también sondearon otros mercados como Reino Unido. Quizás, Bush, es el mejor ejemplo.

Su victoria en un concurso musical, les otorgó la oportunidad de grabar un vídeo para “Tomorrow”. Y la pregunta fue lógica: ¿Un trío rockeando, con un cantante que toca la guitarra y que tiene una media melena rubia? Algunos vieron el dinero con una muerte de Kurt Cobain, todavía reciente en la memoria. Fue ese mismo año y, las tediosas comparaciones, debían su jodido curso lógico. Elementos que al escuchar la placa con los años que imprime la madures, sigue pareciéndome un gran material con matices dignos de elogio desde lo artístico y creativo.

“Israel’s Son”, fue una patada en el trasero para sus detractores. Un cartel de batalla con ese bajo tan distorsionado sobre el que se iban sumando sus compañeros y un final frenético escándalo digno de la era grunge. Tal vez, lo único que jugó en contra del álbum, fue el peso tan específico que jugaron sus singles, con las dos citadas, la fuerza que desprendía de “Pure Massacre”. Atributos que se ligan a una textura más oscura y melancólica de “Shade”. Creación que dejó para el final, esa explosión que hizo de este LP un imprescindible de la época. Canciones que van una tras de otra, prvista de ese olor a espíritu juvenil.

Te invito a reírte en la fila, con una agrupación que según declaró Daniel Johns, resulta “imposible que se vuelva a reunir”. Una banda que editó tres trabajos más en estudio, sumado a un material en vivo que sigue dando vueltas en noches de nostalgia. Adelante muchachos, ustedes son libres de juzgar. Yo me banco a Silvecharchair.

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